Marruecos: el esplendor del Sahara
Un viaje mágico por el legendario desierto. También por las calles y mercados de Marrakech.
Marruecos milita ya en las ligas mayores del turismo mundial, y con sobrada razón. Sus tres componentes –mar, montaña y desierto–, los tres cargados con ingredientes máximos de belleza, unidos al encanto de las ciudades y sus medinas, ubican a Marruecos en mi lista personal de los seis países del planeta que se deben visitar.
Así lo confirman a su regreso muchos colombianos que han viajado al país en el que Saint-Exupéry vio descender de un lejano planeta a un niño encantador arrastrado por una migración de pájaros y que le enseñó el sentido de la amistad.
Es larga la lista de personajes enamorados de Marruecos, en especial escritores y pintores. Los primeros, atraídos por el exotismo de las costumbres y el mundo sugerente del desierto y sus nómadas; y los segundos, por la luz; la luz, que es ‘la droga’ de los pintores.
Ait Ben Haddou, Ksar, es patrimonio de la humanidad. Queda entre las provincias de Tata y Marrakech. Fotos: Andrés Hurtado García.
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Para ellos, la luz de Marruecos es la más esplendorosa del planeta. Pintores como Matisse y Eugène Delacroix. Escritores como Joseph Kessel, Juan Goytisolo, Paul Bowles y Saint-Exupéry. Y anacoretas ansiosos de soledad como Charles de Foucauld.
Las ciudades modernas arropan en su interior a las medinas y sus zocos con el amasijo de calles estrechas llenas de negocios en los que el regateo es ley universal; son las entrañables medinas, corazón de las ciudades del Magreb.
El país que salió mejor librado de la primavera árabe fue Marruecos, por su vocación europeísta. Fueron precisamente los árabes de Marruecos los que se asentaron en España, durante 700 años. Se puede decir entonces que Marruecos estaba ya untado de Europa.
Los guías ecológicos del Colegio Champagnat de Bogotá quisimos vivir la experiencia del esplendoroso desierto del Sahara marroquí. Partimos de Marrakech, la perla del reino alauita. Patrimonio Arquitectónico de la Humanidad y Patrimonio Intangible, cautiva con su memorable plaza, quizás la más famosa del mundo, llamada Yemaa El-fna, donde los nómadas del desierto, los hombres azules, los bereberes, vienen a vender sus artesanías.
Allí, por las tardes, se reúnen turistas de todas las nacionalidades para vivir la barahúnda maravillosa de encantadores de serpientes, vendedores de especias y perfumes, contadores de cuentos, adivinadores de la suerte, aguateros, tatuadores, curanderos, vendedores de cristales y de fósiles... y hasta vendedores de dientes humanos, sin olvidar a los comerciantes de dátiles y dulces del desierto y del exquisito jugo de las naranjas de Marruecos.
Marrakech posee un hotel, el Mamunia, quizás el más lujoso del mundo. Allí se alojaron, entre muchos otros, Richard Nixon, Yves Montand, Catherine Deneuve, Jimmy Carter, Orson Welles, Rita Hayworth y, ya retirado, Winston Churchill pasaba largas temporada en sus jardines, dedicado a la pintura. Nosotros nos instalamos en el agradable hotel Salsabil, ubicado cerca de la plaza Yemaa El-Fna.
Y salimos rumbo al desierto. Subimos al paso de la montaña de Tizka que cruza la cordillera de Atlas. Al descender fuimos entrando paulatinamente en las arideces que preludian el desierto. En este camino al desierto se abren tres valles: el Ziz, el Dades y el Draa. Los acompañan largos oasis de palmeras cuyo color verde contrasta con el amarillo de rocas y arenales.
Escogemos el del Draa. Van apareciendo a ambos lados de la carretera las kasbahs. Confieso mi exaltación. Son construcciones enormes, residencia en general de gente pudiente y que eran a la vez fortalezas donde se podía reunir a la gente del pueblo para defenderse. Suelen estar construidas en colinas y su color es ocre.
“Cada centinela es responsable del imperio”, decía Saint-Exupéry hablando de las kasbahs, de las guerras y conspiraciones del desierto. Las kasbahs son para mí la imagen material de la literatura del desierto y del desierto mismo que yo amo. Mi cámara se enloquece, ella también, tomando fotos.
Llegamos a Aitbenhaddu, patrimonio de la humanidad. Es quizás la más bella kasbah de Marruecos. Mis compañeros que iban por primera vez al Sahara quedaron ‘matados’, como dicen las señoras. Baste decir que allí se han filmado una veintena de películas famosas, como Lawrence de Arabia, Cleopatra, La joya del Nilo, La Biblia, Alí Babá y los 40 ladrones, Sansón y Dalila, Indiana Jones, Jesús de Nazareth, La última tentación de Cristo, Gladiador...
La belleza de la kasbha hace soñar con tiempos épicos, héroes y princesas. La sola visita a Aitbenhaddu justifica un viaje a Marruecos. Es un set natural. A poca distancia se encuentran los estudios de Warzazate, en donde se han filmado escenas de estas y otras películas.
Entre dunas y camellos
Recorrer en camello las tostadas dunas del desierto del Sahara es una de las excursiones imperdibles en este destino.
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Pasamos por Zagora. Encontramos a nómadas y camellos bebiendo de un pozo. Más adelante llenaban dos camionetas con grandes melones amarillos y jugosos, sembrados en medio de la aridez.
Llegamos a Merzuga, ubicada en las puertas del Sahara. Nuestra máxima ilusión se iba a realizar: entrar al desierto.
Lo hicimos dos veces. Por la tarde, hasta caer la noche, anduvimos errabundos sobre las dunas; la más alta e imponente alcanza 250 metros.
Es un mar cambiante de arenas amarillas, con lomos redondeados, de increíble belleza. El viento va modificando la estructura de las colinas. Regresamos a tierra firme después de haber cabalgado sobre los lomos blandos y dulces del desierto.
Al día siguiente volvimos, esta vez en camellos que, luego de dos horas, nos dejaron en la oscuridad de la noche en las jaimas (carpas). Pero en el camino nos sorprendió una tempestad de arena. Vimos la tromba que venía y nos protegimos lo mejor que pudimos.
De todos modos saboreamos el acre sabor de las arenas. La noche estrellada fue el premio supremo que nos ofreció Marruecos. “Todas las estrellas apuntan a su dios”, escribió Saint-Exupéry, el aviador poeta.
De regreso a Marrakech, acompañados siempre por Ismail Ait-elcaid, nuestro guía, entramos a la garganta del Dades para admirar su carretera, famosa en el mundo: espectaculares curvas cerradas que suben por un estrechísimo cañón de paredes rocosas. Y más adelante, otra garganta famosa: la de Todra.
Toda la vida viviremos con el recuerdo y el sabor del Sahara metidos muy dentro del alma, como uno de los momentos cumbres de nuestro paso por el planeta Tierra.
Si usted va...
Los mercados árabes de Marrakech son un reflejo de la cultura y la cotidianidad de los marroquíes, y el escenario ideal para los amantes de las compras. Se consigue de todo, a muy buenos precios.
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Para ingresar a Marruecos los colombianos deben tener visa de ese país, que se puede tramitar en Bogotá. Si pasa por Europa, debe llevar la visa Schengen. La ruta ideal para los colombianos es: Bogotá-Madrid-Marruecos.
La moneda es el dírham. Un euro vale 11 dírhams.
Hoteles hay en toda la ruta hacia el desierto, y con luz eléctrica. Alquilan camionetas a buen precio para los recorridos.
Si viaja en verano (junio, julio, agosto), excelente época, debe llevar ropa fresca para el calor.