Los puntos más calientes del planeta
En
cuatro zonas hay situaciones críticas que podrían explotar con
consecuencias imprevisibles: Siria y sus alrededores, el mar del sur de
la China, Corea del Norte y Ucrania. Cualquiera de ellas podría poner en
peligro la paz mundial.
Basta revisar la prensa internacional para
tener la sensación de que el mundo se está desbaratando. Con aterradora
frecuencia, junto a las bombas, las masacres y las batallas, los medios
de comunicación hablan de nuevos conflictos, de la intensificación de
los que ya están en curso, e, incluso, del recrudecimiento de los que
parecían bajo control. En efecto, pocas noticias invitan al optimismo.
Y, las que así lo hacen, suelen tomarse con escepticismo.
Siria: la guerra múltiple
Eso
fue lo que pasó esta semana con el cese al fuego en Siria propiciado
por Estados Unidos y Rusia, que entró en vigor a la medianoche del
viernes. Muchos dudan de su efectividad porque no incluyó a los
combatientes de Estado Islámico (EI, también conocido como Isis) ni a
los de Al Nusra, los principales grupos yihadistas responsables de buena
parte del medio millón de víctimas.
Además,
en Siria, en realidad, se libran varias guerras diferentes que se
sobreponen. Lo que comenzó en 2011 como un levantamiento popular contra
el régimen alauita de Bashar al Asad degeneró en una guerra abierta
entre el Ejército y la oposición, compuesta principalmente por grupos
sunitas, algunos de ellos, como el Ejército Libre de Siria, apoyados por
Estados Unidos. También reforzó las aspiraciones independentistas de
los kurdos, que con el paso del tiempo han consolidado sus conquistas
territoriales en el norte del país.
Por
otro lado, Irán y Rusia están empeñados en defender a sangre y fuego la
permanencia en el poder de Asad, y han enviado tropas y aviones. La
primera, porque el presidente sirio pertenece a la rama alauita de los
chiitas, y, por lo tanto, es un importante aliado en su lucha global
contra los sunitas. Y la segunda, porque Asad pertenece al partido
Baath, el socialismo panárabe alineado con la Unión Soviética en la
Guerra Fría, que le concedió una importante base naval que la Rusia de
hoy no está dispuesta a perder. Del lado contrario, Estados Unidos,
Arabia Saudita y otros 60 países no aceptan nada que no implique la
caída de Asad. Consecuentemente, el conflicto ha cruzado las fronteras y
hoy Líbano, Jordania y Turquía no solo tienen que encargarse de
millones de refugiados, sino que se enfrentan a la posibilidad de que
estallen en sus territorios guerras civiles como la que ha dejado en
ruinas a Siria. De hecho, eso está sucediendo en Libia, donde varios
grupos armados buscan llenar el vacío que dejó la caída de Muamar el
Gadafi, entre ellos EI.
A su vez, la
guerra de Siria ha propiciado el inesperado enfrentamiento entre Rusia y
Turquía. Aunque hasta hace poco esos dos países mantenían relaciones
cordiales, la suerte del régimen de Asad los ha puesto en las orillas
opuestas. El derribo de un avión ruso, que según los turcos había
ingresado a su espacio aéreo a finales de 2015, disparó las alarmas,
pues, si el Kremlin hubiera respondido de la misma manera, todas las
fuerzas de la Otan habrían tenido que intervenir para proteger a
Turquía, debido al principio de mutua defensa inscrito en el tratado
constitutivo de esa organización. Debido a las malas relaciones entre
Ankara y Moscú, un incidente similar podría repetirse, lo que
probablemente abriría la caja de Pandora de una guerra entre Rusia y la
Otan. Uno de cuyos integrantes, por supuesto, es Estados Unidos.
China: despierta el gigante
Al
otro lado del mundo, en el mar del sur de la China, esta y otros cinco
países se disputan las islas Spratley y Paracelso. Se trata de dos
archipiélagos en cuyas cercanías hay 190 billones de metros cúbicos de
gas natural, 11.000 millones de petróleo y por el circulan anualmente
5,3 billones de dólares en comercio. Las razones por las que ese
enfrentamiento tiene en alerta máxima al este de Asia son las acciones
unilaterales emprendidas por China y las alianzas de defensa militar
entre sus oponentes y Estados Unidos.
Por
un lado, gracias a su músculo económico y a su renovado poderío
militar, China ha construido en la zona varias islas artificiales sobre
arrecifes naturales y ha reclamado una zona económica exclusiva
alrededor de ellas. Para respaldar sus aspiraciones, ha construido en
ellas aeropuertos militares y ha instalado lanzaderas de misiles y
radares. Por el otro, Estados Unidos –que mantiene tratados de
cooperación militar con Filipinas y con Vietnam– se ha negado a
reconocer las aspiraciones territoriales de Beijing, y ha emprendido
operaciones aéreas y navales para ejercer la libertad de navegación en
la zona.
En efecto, lo que está en juego
en la región es la rivalidad entre Estados Unidos y China, país que
desde los años noventa ha experimentado un fuerte crecimiento comercial,
y que ahora busca desafiar el dominio que desde el final de la Segunda
Guerra Mundial ejerce Washington allí. Y aunque hasta ahora el
enfrentamiento ha sido, sobre todo, diplomático, la tensión es tan alta
que un simple error de cálculo de un mando medio podría disparar un
enfrentamiento militar.
Ucrania: nostalgia de la Unión Soviética
En
Ucrania, la guerra civil entre el gobierno y los separatistas apoyados
con armas y presupuesto por Moscú ha dejado más de 9.000 víctimas
fatales, 21.000 heridos, casi 1 millón de migrantes y unos 100.000
millones de dólares en pérdidas. Pese a los acuerdos de Minsk firmados
en febrero de 2015, el conflicto se mantuvo latente durante todo el año,
con violaciones sistemáticas del cese al fuego y la intensificación de
los combates en diciembre.
El gran temor
de observadores internacionales es que el presidente ruso, Vladimir
Putin, recrudezca aún más esa guerra para seguir debilitando a la Unión
Europea, o que intervenga en otros lugares con importantes minorías
rusas, en particular los países bálticos. Estos, por pertenecer a la
Otan, podrían arrastrar a un conflicto con Rusia a buena parte de
Occidente. Como en la Guerra Fría, el enorme despliegue de tropas y de
armamento tanto de esa organización como del Kremlin ha convertido la
zona nororiental de Europa en uno de los rincones con mayor presencia
militar del planeta. A su vez, la ausencia de reglas claras y el nuevo
protagonismo de las armas nucleares hacen que la posibilidad de una
confrontación a gran escala en las puertas de Europa vuelva a estar
sobre la mesa.
Corea: el Estado bribón
Como
si lo anterior fuera poco, a esos conflictos se agrega la amenaza
nuclear de Corea del Norte, donde la llegada de Kim Jong-un al poder en
2011 ha hecho aún más impredecible al más cerrado de los países. Además
de ejecutar a más de 70 oficiales, su gobierno ha realizado varios
ensayos de misiles de largo alcance y cuatro de armas nucleares. En la
actualidad, se teme que cuente con 16 bombas atómicas, algunas de las
cuales podrían estar enriquecidas con hidrógeno radioactivo para
aumentar su poder.
En el pasado, el
principal temor que ese conflicto planteaba era un enfrentamiento entre
China y Estados Unidos por cuenta de las alianzas que esos países
sostienen con las dos Coreas, que tras la guerra de los años cincuenta
nunca firmaron la paz sino un simple armisticio. Hoy, por el contrario,
los indicios de que la influencia de Beijing sobre su aliado de
Pyongyang está disminuyendo tienen al resto del planeta con los pelos de
punta. De hecho, pese al peligro que planteaba la alianza entre esos
países, la influencia de China era la principal herramienta para
controlar a los impredecibles gobernantes norcoreanos, que en la
actualidad parecen más decididos que nunca a usar su arsenal.